Dejar de ignorar la voz interior
29 de abril de 2024, eran las 12:00 pm y viví el momento más lindo de mi vida: por primera vez vi a mi hijo que acababa de nacer. Después de que Gustavo, el pediatra, hiciera las primeras revisiones, me preguntó si yo quería llevarlo a la nursería para el chequeo de protocolo, o si prefería que él lo hiciera. Nunca antes había cargado a un recién nacido (literalmente), pero en ese momento sentí, por primera vez, ese instinto de papá del que tanto me había hablado Víctor, mi gran amigo, a quien un día antes había despedido en el cementerio.
La partida de Víctor - mi amigo, mi “chero” de mil historias, de risas, de pláticas largas y chistes tontos - me pegó fuerte. Había sido un proceso largo peleando contra la leucemia, y aunque uno cree estar preparado, aunque racionalmente uno sepa todos los escenarios posibles, la verdad es que nunca se está listo para enfrentar la muerte de alguien tan cercano y querido.
El 10 de abril me desperté y lo primero que ví fue mi teléfono. Leí el mensaje que yo sabía podía llegar en cualquier momento: Gaby, su esposa, me escribió ese día desde Bethesda, Estados Unidos, que Víctor ya había partido y que se iniciaría el proceso de repatriarlo a El Salvador. Aún se me salen la lagrimas mientras escribo estas lineas recordando ese día.
La vida irónica, como siempre, hizo que ese mismo mes no solo enfrentara a la muerte, si no que también al milagro de la vida. Ver nacer a Lorenzo fue el momento más surrealista de mi vida. Escuchar su llanto, ver la perfección de Dios en un cuerpo tan pequeño y frágil, es algo que jamás olvido.
En un mismo mes viví las dos caras de la vida: el nacimiento y la muerte. Fue entonces que, con estas experiencias, tuve los primeros cuestionamientos de la vida que estaba llevando: ¿Estoy viviendo la vida que quiero? ¿Me siento bien con lo que soy y con lo que hago? ¿Estoy en el camino que realmente me hará feliz?
Para mí, ese fue el primer momento en que escuché un llamado de atención que venía de lo más profundo de mi subconsciente. No era mi voz, pero desde dentro señalaba cosas que yo había normalizado y que en realidad me incomodaban.
A pesar de escuchar por primera vez esa voz, la rutina diaria me llevó ignorarla. En esos momentos no solo estaba peleando con mis días normalmente caóticos, sino que también estaba construyendo una nueva vida, una nueva rutina y una nueva versión de mí: la de ser papá.
El cuerpo, nuestro templo, sigue siendo incomprendido, pero es naturalmente inteligente. Han pasado miles de años de la existencia humana y, aunque el mundo exterior ha cambiado radicalmente, nuestro cerebro sigue funcionando igual. Nos envía señales constantes para decirnos qué está bien y qué no está. Esa es la voz del subconsciente.
Vivimos en una era de distracción continua: trabajo, presión constante, consumismo, deudas, redes sociales, y comparaciones… Todo esto tiende a silenciar la voz interna que puede estar señalando, desde lo más profundo, que estas desconectado de ti y que hay muchas cosas que no están bien en ti,.
En general, puedo decir que mi vida como niño, adolescente y adulto joven fue bastante estable. Mi mamá hizo todo lo posible por cuidarme emocionalmente, y con el tiempo, sentí que esa estabilidad se fortaleció: me casé, tenía un trabajo flexible, ganaba bien y hacía lo que me gustaba, sin mayores limitaciones económicas.
Después de abril de 2024, escuché por primera vez la voz de mi subconsciente. No fue porque me sintiera estable, sino porque comenzaron a aparecer problemas emocionales, personales, profesionales y económicos que rompieron el equilibrio que siempre había tenido. Para entonces, en ese caos, ya no podía seguir ignorando esa voz.
Hoy, al mirar hacia atrás, si de algo me arrepiento es de no haber escuchado antes esa voz interior. Por eso, si llegaste hasta el final de estas líneas, quiero dejarte este mensaje: escucha esa voz interior, no esperes a estar en dificultades para hacerlo, es mejor hacerlo antes. Esa voz no suena como tú, pero te habla conociéndote a la perfección. Está ahí, créeme. En medio del ruido es fácil ignorarla… pero en el silencio, se escucha con claridad.